4 de julio de 2006

Diario de verano (1)



Si es que con este calor las cervecitas entran el cuerpo como algo mecánico, fruto de un sino inevitable. Vas caminando tranquilamente por la calle, o por ese paseo de un pueblo cualquiera pegado al litoral y, sin comerlo ni beberlo –en este caso, beberlo, sí- te encuentras sentado en una terracita, con el brazo en alto y con la boca tan llena de saliva que si te viera el perro de Pavlov le entraba tal depresión que ni Freud lo curaba.

Entonces llega la cervecita, con su espumita, con su jarra helada, con las gotitas que resbalan y caen justo encima de tus bermudas, a la altura exacta del pinsiulo, como si beber y orinar fueran una sola cosa. Y con la rubia, dorada y húmeda llega la gloria. Esta es la grandeza del verano, el placer místico en todo su esplendor. Esto lo saben hasta los lemures de Madagascar que, si hablaran, reclamarían con vehemencia cervecitas frías para su caluroso verano.

Pero la cervecita se termina. Los sorbos van dejando esos aros blancos en las paredes del vaso y, al final, sólo quedan unos restos del líquido elemento sin gas, calientes, despreciables. Como la ciudad. Y es que las vacaciones también se terminan. Entonces a uno se le quitan las ganas de Estrella, Mahou, Laiker, Cruzcampo o cualquier otra marca, porque se acuerda de la ciudad, asco de ciudad. Como el resto de cebada fermentada en el vaso, un asco. Se pone uno a leer el periódico, totalmente depresivo – ven a mí Freud-. Sin embargo, entre las habituales desgracias uno atisba cierta luz al final del pasillo. Noticia internacional: en Gran Bretaña se ha autorizado a un grupo de científicos a clonar con fines terapeúticos para crear células madres embrionarias, de cuyo fruto se espera poder encontrar remedios para enfermedades incurables.

¿Cuántos se han opuesto férreamente a este tipo de investigaciones? Suelen ser los de siempre. Los que se oponen a todo que no tenga cruces o color azul. Lo que a uno le viene a la cabeza es que sería fantástico poder llegar a curar esas enfermedades. Debería ser obligatoria la clonación terapéutica, es algo que salta a la vista. Y, ya que estamos con el temita, pues clonar personas también. Es que se le acaba a uno el verano y pensar en la posibilidad de poder mandar el clon a la humedad, el calor, el tráfico y el agobio de la ciudad es como curarse también. Oye, una cañita.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cruces y color azul? los escoceses?Esos tb le pegan a las cervecitas, xo menos freskitas.
Ahhhhhhh! nooooo, q te refieres a los de movistar ....
menos mal q yo soy vodafone.
Me reitero en mi opinión .... me guuuusta como escribes, sigue deleitándonos con tus escritos.
Besos varios,
tu compi!