10 de julio de 2006

Escribir una columna


Tres de la madrugada. Un flexo encendido. El seco teclear en el ordenador rompe el silencio habitual a esa hora. Humo traslúcido pero denso. El hombre que siempre había querido ser escritor o guionista o director de cine es un vago rematado al que sólo le motiva trabajar con la soga-del-tiempo-justo bien apretada al cuello. Sabe que lleva una semana de retraso en varias asignaturas de su licenciatura y es ahora cuando se empieza a dar cuenta de la inusual inactividad en la que se encuentra sumido. El cursor parpadea en la hoja en blanco. Apenas ha escrito diez líneas y ya está desesperado rezando para que la inspiración aparezca de la nada y le ilumine con sus ideas, sus tramas, sus personajes. Aún no entiende a esos que dicen que no existe, que lo que cuenta es el trabajo diario. ¿Diario? Pffff...

Las 5 de la madrugada. La espalda dolorida, los ojos inyectados en sangre, la agilidad mental perdida. La pantalla an en blanco. El cenicero lleno. El humo se desvanece al abrir la ventana. Al hombre que siempre había querido ser escritor o guionista o director de cine le gustan los relatos cortos con finales inesperados, pero que no sean decepcionantes, sino sorprendentes. Admira a Juan José Millás, a Cuca Canals (sobretodo cuando juega con los tamaños, las tipografías y los estilos) y a Quim Monzó y cuando se va a dormir, imagina historias, algunas brillantes, algunas pésimas, pero casi nunca consigue pensar un final que le satisfaga completamente. La mayoría de las veces ni siquiera recuerda qué historia haba imaginado porque se duerme y no lo deja escrito.12 del mediodía. Llueve, mierda. El café caliente calma el frío. El hombre que siempre haba querido ser escritor o guionista o director de cine no soporta el mal tiempo. Siempre ha creído que sufre un pequeño porcentaje de esa enfermedad que llaman trastorno bipolar o psicosis maníaco-depresiva. Pasa de la felicidad a la depresión con un simple chasquido de dedos y cree que cualquier estímulo positivo o negativo puede influirle hacia un polo o el otro. Por eso, si se despierta y luce el sol, él mismo se autosugestiona para creer que todo le saldrá mejor ese da. Hoy no toca escribir.Cuatro de la tarde. El cursor parpadea otra vez. Una inquietante somnolencia merodea por los alrededores. El hombre que siempre había querido ser escritor o guionista o director de cine suele tener plagas de ideas tan repentinas que le saturan las neuronas hasta que un huraca se lo borra todo de la memoria. Intenta salvar algunas apuntándolas en papeles sueltos o en el ordenador, pero se quedan en eso: en meras notas que no obtienen desarrollo posterior y que sólo aumentan el desorden de su habitación. Ése es su principal obstáculo, no sabe organizar las periódicas avalanchas de argumentos que le asaltan.

Ocho de la tarde. Adelantamiento a 1500 km/h en una nave espacial. El láser enemigo rebota en el escudo protector. ¡Coño! ¡La columna! El hombre que siempre había querido ser escritor o guionista o director de cine es incapaz de trabajar durante más de una hora en un mismo escrito. Escribe a ratos, sólo cuando cree que la supuesta inspiración llama al portero automático. Es decir, doble click en el Microsoft Word, releer lo que hay y volver a cerrar. Líneas añadidas: 0. Eficiencia: 0. Siempre se acuerda de que una vez leyó que si cada día se escriba una página, descontando las veces que no se hiciera, en un año se obtiene una novela. Como mínimo en la extensión.Dos y media de la madrugada. Otra vez el flexo. Ahora el cursor parpadea pero también se desplaza incesantemente. El hombre que siempre haba querido ser escritor o guionista o director de cine lleva varias horas retocando un relato. Disfruta tecleando a pesar de que le gusta más escribir a mano. De hecho, suele imprimir los escritos y tacharlos, rayarlos, sobreescribirlos y retocarlos hasta la saciedad. Cuando ha cogido el ritmo, no puede parar y las ideas llueven sin cesar, mojando su cerebro. Sin embargo, éstas aparecen con un orden incoherente y, muy a menudo, inconexas. Ahora se le ocurre el final, ahora una descripción espectacular con montones de adjetivos, ahora unas cuantas páginas llenas de acción y verbos. Sólo falta ligarlo. Mmmm... Mañana.Seis menos veinte de la madrugada. Ctrl+G. Graba el documento en C:\Documents and Settings\Joan. Oscuridad y un aparente silencio urbano.

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