4 de julio de 2006

Vaselina apostólica


Soy una erección. Como diría un futbolista: “eso es como todo”, siempre tan profundos y místicos en sus declaraciones. Y es que me estoy dando cuenta de que la realidad, ese todo, se suele reducir a un mero mecanismo de erección o de penetración (o ambos), en el que se requiere la presencia de mi esbelta y recta –no siempre- figura. El metro penetra el túnel, le hago una fellatio al botellín de agua al más puro estilo Lewinsky, meto la Visa por la sensual ranura, un clítoris eléctrico llama al ascensor y con los erectos pezones cambio la emisora de la radio del coche (por no hablar del falo de marchas). Estoy por todas partes, tengo el don de la ubicuidad.

Soy como ése al que llaman Dios, omnipresente y omnipotente –por supuesto-. Además, si me manifiesto, particulares y colectivos lo agradecen por igual y no entiendo de diferencias de sexos o razas. Gusto a todos por igual. Y digo esto porqué últimamente me he dado cuenta de mi importancia desde el momento en el que la iglesia católica ha recurrido a mis servicios para dar un poco por culo – suelo tener más contacto con manos o vaginas, pero tampoco me gusta despreciar anos- a la gran mayoría de habitantes de este país, cosa que enaltece mi figura y alarga – si cabe- mi leyenda. Ora penetro, ora borro un cero. Gracias a la iglesia, la letra bíblica, con erección, puede entrar.

Y es que su sempiterna intromisión en los aspectos educativos de nuestros pequeños alumnos está haciendo que me desborde el trabajo sodomítico. Resulta que a la hora de aprender religión, los señores apostólicos y romanos osan monopolizar el espectro religioso obviando que existen budistas, ortodoxos, protestantes, judíos y muchos más. En pleno siglo XXI aún hay personajillos dependientes del vaticano – sí, en minúscula- que creen que hay que dirigir las incipientes cabecitas de los niños hacia el padre nuestro, el condón es malo y Jesús resucitó y no sé qué historietas ridículas más, ergo, dan por culo.

Quizás esta nueva moda provocará que los asientos de las aulas permitan a los estudiantes atrevidos sentarse en postura lordósica, culo en pompa y preparados para recibir la estocada celestial. Que si el aborto es malo... ¡ZAS! ojete desgarrado. Que si San Pablo 13/5 ¡PAM! por el culo te la hinco. Sólo falta que mientras el párroco abyecto desvirgue el ano de nuestros hijos, suenen los míticos Gigatron y su himno “Te peto el caca”.

Por lo visto, no queda más remedio que ser penetrados –raro, siendo un estado laico-, o sea que compruebe siempre que sus hijos no se olvidan la vaselina cuando vayan a clase. Ah! tampoco permita que se dejen el traje de látex (ya que aprenden religión, como mínimo que disfruten en clase).

No hay comentarios: