4 de julio de 2006

Involución


Hace años leí una columna que hablaba de la filosofía del progreso. No recuerdo el nombre del autor ni el medio donde se publicó, pero se clavó en mi memoria una argumentación que exponía una interesante idea. Consideramos el mundo occidental como la personificación del desarrollo, del progreso, en definitiva, de la civilización. Al mismo tiempo, vemos el hemisferio sur y gran parte del mundo oriental como inferior, subdesarrollado, por civilizar. He aquí donde el autor expuso su idea: “¿Quién es más civilizado?”, se preguntaba. “¿Nosotros? Que precisamos policías, que cerramos nuestras casas con llave, que matamos a nuestros semejantes, que necesitamos libros que inmortalizan las leyes y otros libros que versan sobre los primeros... ¿O, por otra parte, una tribu cualquiera del Amazonas? Que vive en armonía con la naturaleza, que utiliza un código civil y penal tácito, que no degrada al ser humano...

Esta idea, latente en mi cerebro desde entonces, se activó hace unos días al ver unas impactantes imágenes por televisión. Creo recordar que sucedía en la India, donde a los moribundos se les trasladaba a una especie de hotel para que exhalaran su último suspiro. Nadie va obligado. Nadie grita, ni patalea, ni se extraña de tal comportamiento. Ni los propios pacientes. La gente muere rodeada de los suyos y en paz. Sin tubos ni máquinas que hacen ping, eco artificial del corazón. Es posible que en Occidente estemos demasiado obcecados en alargar la vida hasta el final. Cueste lo que cueste. ¿Los medios justifican el fin? Llega un momento en que, seguramente, para la salud de unos y de otros sea mejor no actuar, no tocar, no enchufar, laissez faire.

Estos dos casos ilustran situaciones que sólo se ven en documentales La 2 o que sólo se comentan con los amigos o ni eso. Quizá deberíamos mirar más hacia atrás para valorar según que aspectos de nuestra vida, porque quizá hallemos respuestas en personas a las que no damos ninguna credibilidad.

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