31 de julio de 2006

La repetición


Hoy en día se fomenta el éxito instántaneo en cualquier ámbito. Triunfar a toda costa y en un lapso de tiempo cuanto más breve, mejor. La fórmula, hueca en todas sus variantes, cala hondo en la población. De esta manera, ya no existe el afán de superación ni la recompensa obtenida a través del esfuerzo. Ahora prima un nuevo lema: “Poco trabajo, pingüe beneficio”. Quizá tenga una base filosófica profunda, porque, al fin y al cabo, constituye una cierta forma de nihilismo.

Entonces, Émulo de Nietzsche, se presenta El Koala. Aunque sería más adecuado decir “le presentan”. Hay que diferenciar entre alguien que cosecha su éxito y alguien cuyos protectores le abren todas las puertas. Y también hay que saber distinguir entre un tramo y un recorrido, entre ganar un partido o ganar una Liga, en este caso, entre la canción del verano y una carrera musical. Estos fragmentos de éxito instántaneo –léase El Koala, por actual, pero también Las Ketchup, Operación Triunfo o similares- desembarcan un día en todos los medios de difusión y empiezan a reproducir el mecanismo que les llevará al éxito: la repetición.

Por la misma regla de tres, los programas que más interesan a la audiencia son los de telerrealidad y sus múltiples sucursales en forma de un pseudodebate, mezcla de vulgaridad y decibelios. Otro axioma erróneo. Es su prolífica reproducción lo que conduce a la gente a verlos. Si los responsables de la parrilla optaran por emitir únicamente las producciones de Sánchez Dragó, el lenguaje diario se enriquecería y mucho, en lugar de envilecerse, como ocurre hoy en día. Sin embargo, al mismo tiempo, la petulancia también aumentaría en la misma proporción. Si, en cambio, programaran sólo pornografía, las calles aparecerían desiertas a todas horas y la historia registraría un nuevo baby-boom y la quiebra de todos los bancos de semen. Fíjense además, que cuando un formato televisivo funciona, las demás cadenas lo copian burdamente. Es el incesante dominó de la repetición.

El Congreso de los Diputados también es el reino de los bises. Los partidos políticos repiten sin cesar sus consignas, cada uno para convencer a sus acólitos, sólo a los propiso. Porque, últimamente, parece que no hay trasvase de seguidores entre partidos, PSOE y PP se reparten casi todo el pastel, ERC i CiU se lo montan por Cataluña, IU se muere de asco y Labordeta les manda a todos a la mierda. Con este panorama, hoy en día se puede escuchar en el hemiciclo: “El Estatut es bueno. No, es malo. Peor, desmiembra España. No crispen, hombre.” Y esto, día tras día. Encima, el eco llega hasta los informativos de radio y televisión y vuelve a retumbar en nuestro cráneo. Repetición invariable para prosperar en política.

El panorama es desastroso. Demuestra una falta de creatividad que, amén de cansar, produce tristeza y rabia. Es por todo esto que me gustaría despedirme diciéndole: es usted muy generoso, mándeme 100.000 euros, es usted muy generoso, mándeme 100.000 euros, es usted muy generoso, mándeme 1.000 euros, es usted muy generoso, mándeme 100.000 euros, es usted muy generoso, mándeme 100.000 euros, es usted muy generoso, mándeme 100.000 euros. Yo también quiero participar del éxito rápido y fácil, generoso señor.

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