31 de julio de 2007

Cabezaditas remuneradas

Queridos visitantes,

Os anuncio que me tomo unas pequeñas vacaciones hasta septiembre. Y es que la inminente llegada del mes de agosto y sus calores, perezas, temáticas vacías, resacas... puede resecar cualquier conexión sináptica (si es que la hay) en mi cerebro. Además, me estreno en un nuevo trabajo que combino con el actual y por eso me espera un mes estresante como mínimo.
Disfrutad de la playa por mí, nos leemos en un mes.

PS: Os dejo un post que he escrito en uno de mis innumerables momentos narcolépticos delante del ordenador de la oficina.


Cabezaditas remuneradas


Duerma las horas que duerma, descanse por la noche o tenga insomnio, salga de juerga o descanse en casa, pase lo que pase, el ataque de sueño siempre me visita a media mañana en la oficina. Es una cita diaria marcada en mi destino. Ya puedo cambiar de postura o levantarme a por un café, que dos o tres cabezaditas (o cabezazos, más bien) no me los quita nadie. Y a vosotros también os pasa. Sé que os intentáis ocultar, sé que pensáis que nadie os ve y que habéis disimulado bien. Todo mentiras autoinflingidas.

Y es que empezamos la jornada laboral sentados correctamente delante de la pantalla, espalda erguida, tecleo firme e ideas ordenadas. Poco a poco, la curva de la espalda aumenta, utilizamos sólo un dedo (el meñique, claro) para escribir y pensamos en… No pensamos.



Uno que no piensa

Y no lo hacemos porqué el cráneo ya ha cogido su propia inercia. Cual caída libre, el viento roza nuestra cara y las lagrimillas brotan hacia los laterales, el pelo ondea hacia atrás y las mejillas aparecen trémulas. Y entonces actúa el sistema nervioso y de manera involuntaria evitamos, normalmente, el impacto contra la tecla espacio. Conozco a más de uno que escribe sus informes sólo con la frente, son casos perdidos. Hay que reaccionar rápido, abrir y cerrar al azar un par de documentos, teclear alguna dirección en el navegador y, como siempre, coger el móvil y disimular.

¿Cómo evitar estos ataques de sueño, beneficiar al trabajador y, al mismo tiempo, que la empresa aproveche nuestro rendimiento? Muy fácil. Favoreciendo el sueño laboral. Nada de conciliaciones de vidas familiares, ni permisos por paternidad. La medida estrella es permitir la baba colgando, colocar almohadas estratégicamente al lado de la impresora o habilitar salas sumidas en la penumbra con colchones disponibles para todos.


Yo no trabajo pero tengo un sueño


Así ahorraremos tiempo por la mañana. Bastará con saltar de la cama y ya estaremos vestidos para ir a la oficina. La elegancia se basará ahora en el estampado de los pijamas, animalitos para los jefes, deportes varios para los empleados y lisos para los becarios. ¿Que te da el sueño mortal? Pues cabezadita en la postura que más te guste y a los diez minutitos seguimos trabajando con un rendimiento mayor, descansados y con ropa cómoda.

Ahora bien, no hay que dejarse llevar. La funda nórdica está prohibida y los ronquidos son sinónimo de despido. Tampoco estará bien visto hablar en sueños ni enroscarse bajo las sábanas por un calentón. Impriman esta página, entréguenla a sus jefes y ya verán como mejora su vida laboral. Felices sueños.

25 de julio de 2007

Procesos traumáticos (I)

Uno de los peores momentos que pasa uno en la vida, exceptuando la primera cita, una gastroenteritis severa o las exposiciones orales en clase, son las entrevistas de trabajo. Cada vez que se aproxima una, te invaden los sudores, el dolor de barriga, los miedos e inseguridades y el nerviosismo más perenne habido y por haber. ¿Qué dirás? ¿Cómo te vestirás? Todo son preguntas y, lo que es peor, no hay una sola respuesta válida. Todo depende de la empresa y del responsable de recursos humanos (de ahora en adelante, el Demonio).

El de recursos humanos

Nada más llegar, el Demonio te pregunta si has traído un currículum. Pero, ¡si precisamente te han llamado porqué mandaste uno! ¿Se les ha acabado el tóner de la impresora? ¿Quieren ahorrar papel? Lógicamente, has sido previsor y traes uno de casa. El problema es que, con los sudores, se ha arrugado todo el papel y la tinta se ha corrido con lo que tu CV es ahora un Dalí auténtico. Te echan a patadas, en la empresa no quieren bohemios trasnochados. Corres llorando hasta el bar más próximo.

Vuelves otro día después de haberte rociado el cuerpo con antitranspirante. Entregas el CV seco y sin arrugas y te sientas. Las primeras preguntas siempre son de cortesía. ¿Qué tal estás? ¿Has tomado drogas? ¿Te gusta el midget porn? Aquí basta que sonrías con discreción. Luego empieza lo fuerte. ¿Por qué ha elegido nuestra empresa? Ahí el Demonio te quiere pillar, sabe que has mandado el CV a más de 200 empresas del sector y que te importa poco cual te contrate, mientras pague a final de mes. Y tú sabes que lo sabe. Miras al suelo, derrotado. Te enseña el e-mail que enviaste, no pusiste las otras direcciones en copia oculta. Te echan a patadas, en la empresa no quieren pasotas como tú. Corres llorando hasta el bar más próximo.

¿Viene usted por el trabajo?

Tercer intento. Te presentas con peluca y pechos postizos para que el Demonio no te conozca. Desentonan un poco con el traje masculino pero, de momento, cuela. Primer round. ¿Tiene experiencia en el sector? Por supuesto, afirmas. Nombras una gran empresa (en la que estuviste 2 meses de becario-camarero) y otra que ni siquiera sabes qué produce. Segundo round. Te preguntan qué tareas llevabas a cabo. Las nombras y miras al suelo, derrotado. KO. Te echan a patadas. En la empresa, cada trabajador se levanta a por su café y al jefe no le conviene la cafeína. Corres llorando hasta el bar más próximo.

La desesperación te hace volver. Esta vez ni te pones traje, ni tetas, ni sudas, ni nada. Todo va bien hasta que el Demonio utiliza su mejor arma. ¿Cuánto quieres cobrar? Si pides demasiado, mal, si pides poco, también mal. Tiras por lo bajo con cara de apocado y, sorpresa, te dan el trabajo. Te levantas de un brinco y das las gracias vehementemente mientras haces un festival de genuflexión y reverencia. Jamás hagas eso. Eres tú quien le haces un favor a la empresa, deberían de agradecértelo ellos. Además el Demonio odia el servilismo y los personajes tristes como tú. Te echa a patadas. Corres llorando hasta el bar más próximo.

En el bar te ofrecen trabajo de limpia letrinas. Les enseñas el CV. Te echan a patadas.

20 de julio de 2007

La que sale los miércoles




Viva El Jueves, no a la censura.


AÑADIDO:

Olé y olé.



Y aún más:


13 de julio de 2007

La vergüenza, lo incómodo

No quiero ni verlo

- Tener que pedirle a un amigo que te devuelva el dinero que le prestaste, cuando debería ser él quien se apresurara a devolverlo.

- Inclinarse para dar dos besos a una desconocida que te están presentando y que ella alargue la mano. La situación suele terminar dándole la mano y los dos besos. Ridículo total.

- Hablar con alguien al que le cuelga un moco de la nariz. Encima, con los movimientos de la cabeza le da un vaivén peligrosísimo. Es inevitable mirarle directamente a la nariz (y no decir nada, por supuesto).

- Caminar solo por la calle y caerse. Uno se levanta y lo primero que hace es mirar si alguien le ha visto. Después huye rápidamente de la escena del crimen como si nada hubiera ocurrido y con gestos de disimulo (el truquillo de coger el móvil ya no cuenta).

- Contar un chiste o una anécdota y que sólo te rías tú. Empiezas con una carcajada y acabas con una risa nerviosa aún más patética que la ocurrencia que has tenido.

- Sufrir una acumulación de sangre repentina en el palote en público. ¿Por qué saldrá la espada láser a su voluntad? ¿No se acabó la adolescencia hace tiempo? ¿Serán hormonoas rezagadas? No me apetece ser un reloj de sol involuntario.

12 de julio de 2007

Diálogo experimental

Tenemos que hablar


Hoy traigo deberes, os propongo un ejercicio de dialéctica. Escribiré el principio de una conversación (id a comentarios para ver la primera frase) y todo aquel que entre en este blog puede continuar el diálogo pero sólo con una frase (una o dos líneas). Las normas son:

- Sólo puede haber dos interlocutores. Serán José Antonio y Laura.
- No tienen una edad predeterminada, ni orientación sexual, ni signo político, ni nada. Están por crear y moldearse.
- Podéis aportar frases tantas veces como queráis, pero nunca dos seguidas. Por ejemplo, si escribís alguna de José Antonio, tendréis que esperar a que alguien postee la de Laura para continuar la conversación.
- Intentad seguir el hilo conductor del diálogo. Si se habla del cambio climático, no contestéis con fútbol, por decir algo.

A ver cómo sale esto, miedo me da.

6 de julio de 2007

Los eufemismos


Observo que las costumbres sociales se rigen por la expresión de los términos en segundo plano, ocultos bajo el velo de lo políticamente correcto (juro no volver a utilizar estas tres últimas palabras, qué cansinas son). Los eufemismos ordenan nuestras relaciones en aras de un espíritu gregario, es decir, para evitar el rechazo. Se deduce entonces que lo obvio, lo franco o lo irreprimible es desechable, desaconsejable y objeto de repudio. Otra forma más de ocultar la verdad, recurrir a la perífrasis y desaprovechar la economía de la expresión.


Un daño colateral en la escala evolutiva humana

Uno de los eufemismos más conocidos y, desgraciadamente incrustados en nuestro subconsciente, es el de los daños colaterales. Después de bombardeos indiscriminados el representante de la potencia de turno sale en rueda de prensa para anunciar que hay que lamentar daños colaterales. ¿Cómo que daños? ¿Colaterales de qué? ¿Que qué de qué? Y así en una eterna espiral chulesca. La cuestión es disfrazar la obviedad, es decir, el asesinato indiscriminado de familias enteras con niños pequeños, mujeres embarazadas, etcétera. Si dijera que los han matado, ese representante se convertiría en un daño colateral de la turba que le daría una soberana paliza y, acto seguido, lo quemarían, descuartizarían, volverían a quemar y a cortar en trozos más pequeños hasta que se desintegrara como se han desintegrado los niños muertos por la bomba.

Si nos trasladamos al ámbito laboral, el eufemismo está a la orden del día, especialmente en el lado del que dirige. El jefe te exige flexibilidad y capacidad de adaptación. En realidad se refiere a que tu jornada de trabajo se pueda extender hasta las doce horas diarias, quizá algún fin de semana y sin cobrar las horas extra. Si no eres capaz de flexibilizar tu penosa vida y adaptarte a las maravillosas condiciones que supone trabajar día y noche en aras de un beneficio empresarial que jamás llegarás a ver, es que no sirves para el puesto. También te pedían trabajar en grupo. Es un concepto que significa nada más y nada menos que deberás cargar con las tareas de todos los inútiles que te rodeen y cuando las termines, tu superior se pondrá la medalla y tú quedarás como representante del grupo de los inútiles, anteriormente citados.

Qué simpática es, la jodía

Por último, hay un comentario que nadie querría escuchar sobre sí mismo, especialmente si está en un bar a las tantas de la madrugada intentando tantear* a un grupo de personas del sexo contrario. Este/a chico/a es muy simpático/a. Terror, horror y pavor. Te acaban de llamar feo/a de la peor manera posible. Ahora te tocará aguantar conversaciones eternas mientras tu líbido se extingue hasta la esterilidad. A ellos se les caerán los huevos al suelo, a ellas, las tetas.

*Aquí también se me ha escapado un eufemismo, quería decir “intentando fornicar…”

Amigos y enemigos míos, huid de los cerros de Úbeda, abominad de las indirectas, no uséis la perífrasis, ¡ya está bien de tonterías! Hablad directo y mirando a los ojos, casi desafiando. Tomad nota de la nueva forma de expresión: Hemos matado a los terroristas y a unos niños que había al lado, aquí vais a currar más que los chinos de la Nike y eres más feo/a que tú mismo/a comiéndote un limón. La saliva que nos vamos a ahorrar.

5 de julio de 2007

De compras

Para celebrar la creación del blog mi amigo Pin, aquí os dejo el primer proyecto conjunto que hicimos. Queríamos forrarnos a base de ganar concursos de monólogos y, a partir de ahí, saltar a la fama mundial y mearnos en la cara de los guionistas de Lost, colgarle el teléfono a Spielberg y limpiarnos el culo con billetes de 500 euros. Casi lo conseguimos, pero voluntariamente renunciamos a ello. ¿Por qué? Pues porqué sí. Y tema zanjado.

De compras

Vivir en pareja puede resultar un camino de rosas, puede ser un éxtasis de amor continuo… o sea, ¡una utopía! y quien diga que es su caso, miente. Vivir en pareja es jugarse la vida a cada minuto que pasa.

- ¿Pero dónde vas así, disfrazado?
Te miras con cara de extrañeza - ¿Qué pasa?
- No, no. Nada.
- ¿Voy mal?
- Hombre… Sabes que a mi me da igual como vayas… pero eso no.


El amor, una falacia creada por El Corte Inglés


Te lo dice a ti, que has estado dos largos minutos decidiendo qué ponerte. Tú, que estabas convencido de tu indumentaria y salías seguro de ti mismo, ahora eres un anormal, un Don Nadie peripatético. Entonces, un día, llega uno de los momentos más delicados de la vida en pareja: es cuando ella pronuncia tres palabras que, aunque pueden parecer inofensivas, acaban desencadenando conflictos sólo comparables a los narrados en la Matanza de Texas. Estas palabras son:

- ¿Vamos de compras?


Temblad, hombres del mundo.
Empecemos por la pregunta: Si realmente es una orden, ¿por qué pregunta? ¿A qué viene obligarnos a decir en voz alta: Sí, vamos de compras. Ya busca nuestra humillación y ni siquiera hemos salido de casa. Porque no basta con asentir con la cabeza, atemorizado, hay que jurarlo. Los más ignorantes diréis: Si es una pregunta, se puede responder de muchas maneras, incluso se puede decir no. Desengañaos todos: no cabe el no como respuesta. Sólo se acepta una respuesta afirmativa, clara, contundente, que pueda ser usada en tu contra en cualquier momento. Sí, esa respuesta se convierte automáticamente en un contrato verbal que te puede caer encima como una losa en cuanto empieces a mostrarte inquieto porque te sangran los pies tras siete horas de camino por las tiendas sin descanso. ¿Qué importancia tienen tus pies? Además, el contrato tiene una cláusula que implica la ausencia del dolor. Lo firmaste en el momento que os disteis el primer beso. Ella lo sabía. En cambio, tú pensabas en lo único. Pardillo, te enrollaste con la versión femenina de Don Vito Corleone.

Tu novia, antes de maquillarse

En cuanto sale de casa se convierte en una especie de mujer biónica capaz de arrasar con todo. Camina incansablemente, recuerda prendas, tallas y colores como un ordenador, dispone de crédito ilimitado y manda y ordena que ni Napoleón. Ir de compras ya no es ir de compras, es una misión a vida o muerte. Lleva semanas preparando el asalto, ha inspeccionado el terreno, ha preparado una estrategia que consiste básicamente en actuar como la bomba H. Tu misión es diáfana: o estás con ella o mueres carbonizado.

Se establece entonces una relación de sumisión en la que el hombre no tiene otro papel que el esclavo, heredero de toda una especie, la masculina, destinada a acatar. De ahí la imposibilidad de elevar las cervicales, siendo obligada la mirada al suelo, obediente. La vida en pareja es lo que tiene. La imagen de un hombre casado es la de un junco que se va curvando con el paso del tiempo y las órdenes. Vayan a Zara y compruébenlo, hay hordas de peleles sumisos por doquier.
Ya no puedes escapar. Las bolsas de las tiendas se convierten en las cadenas. Suéltalas y libérate, y ella te amputará los dos brazos con las etiquetas de las prendas. Cortan que no veas, compañero, está todo pensado de antemano. La premeditación femenina es peligrosísima.

Armas femeninas de destrucción masculina masiva


Porque si se te ocurre rascarte la cabeza cuando te pregunta por vigésima vez si esa camiseta roja quedaría bien con aquellos zapatos que se ha probado hace tres horas, a pesar de que no tenían su número y que han provocado una pelea entre ella y el dependiente de la que tú tienes toda la culpa porque no la defiendes nunca, te dice:

- Oye, tranquilo, ¿eh? no te pongas así. La próxima vez vendré sola.

¡Cuidado! Esa es la primera advertencia. En realidad quiere decir: Como tenga que venir sola… te vas a cagar. No tientes a la suerte.

Pero, tú piensas, si tan claro lo tiene ¿Por qué no irá sola la próxima vez? ¿Por qué el hecho de que a ella le apetezca duplicar semanalmente su vestuario, eso te implica irremediablemente? Hay cosas que sólo atañen a uno de los miembros del conjunto, como jugar a la Play con los amigotes, o comer pipas (¿Por qué siempre cogen las pipas de tu mano? ¿Acaso no tienen dos manos?) Pues ir de compras es una de ellas. Sólo afecta a un miembro. Entonces, yo juego a la Play, y tú vas de compras. Eso es amor. Y también falta de contacto con la realidad.

Hay otra cosa que está clara, tú no puedes ni rechistar si ella te trata como un gilipollas cuando te manda a por aquella camiseta verde manzana y tú vuelves con una verde botella. Es cierto que el único verde que conocemos los hombres de hoy en día es el verde La Masa. Pero, ¿es necesario llegar a agredir verbalmente a alguien por no saber que no es lo mismo el lila que el violeta? Si es que hay que leer más: la teoría de la evolución lo dice bien claro: las mujeres poseen una variedad cromática infinitamente superior a la masculina. Colores como el ala de mosca, el ya descrito anteriormente verde botella, o el rosa palo certifican este hecho. Por no hablar de la hegemonía léxica. ¿Qué es un bolero? ¿Qué es trench? ¿Palabra de honor? ¿Hablamos de ropa o de juramentos? ¿Dios, no es más fácil decir esto o aquello? ¿Dame eso de ahí? ¿No te pones aquello oscuro? Claridad, precisión.


He aquí la variedad cromática que distinguen los hombres.

Todos los otros colores no existen


Esta situación de clara inferioridad cromática y léxica provoca un desequilibrio emocional en el hombre similar a alguien perdido en un país ajeno. ¿Dónde estoy? ¿Qué dice esta gente? ¿Dónde hay una Play station? Entonces uno opta repetir la conducta base: bajar la cabeza, asentir y volver al estado de esclavo (el hombre-junco). Encima, tú no puedes ni inmutarte porque, si lo haces, cometes el error más grave que puede cometer un hombre, vivo o muerto, en una tienda de ropa. Cualquier réplica o gesto despectivo hacia tu novia despierta un sentimiento de solidaridad inaudito hacia ella en todas las mujeres que te rodean. Y eso sí que puede doler mucho porque no son pocas. Es un poco rollo hormigas. Crees que puedes con una, pero no has contado con las que vienen detrás.

Y es que hay un principio secreto a esa enemistad, al que sólo acceden los iniciados, que reza así: si te metes con una mujer, te metes con todas. Aquellas dependientas que antes te miraban con ojos de Yo quiero un novio igual pa mí, ahora piensan Verde botella...es que hay que ser tonto. Y no penséis que los otros hombres de la tienda, los que acompañan a esa jauría que ahora te mira con desprecio, no penséis que van a solidarizarse contigo. Eso lo sabemos todos, y nos lo perdonamos, es un código no escrito. Si somos incapaces de enfrentarnos a nuestras novias, ¿cómo vamos a dar la cara por otro? Nos basta con jugarnos la vida con la parienta propia. Lo único que cabe es una comprensión silenciosa de la tragedia del otro. Una mirada compasiva y nada más. Punto. Ahora bien, la cuestión cambia cuando el enfrentamiento es entre féminas. Las mujeres son, por definición, enemigas entre sí. Lo de Sauron y los Elfos eran cosas de niños. Por ejemplo, si hay dos chicas peleándose por una falda o lo que sea ¡¡huid lejos!! La devastación puede ser total.

La lección más importante que uno debe aprender y asumir hasta sus últimas consecuencias cuando sale de compras con su mujer es: Si quieres seguir con vida, cuida tu lenguaje. Da igual si has dado vueltas en una tienda durante media hora y has sucumbido bajo una montaña de vaqueros que te dicho que le guardes-para-que-no-se-los-lleve-nadie mientras ella se pelea por un jersey-monísimo-que-esta-tirado-de-precio, da igual. Debes hablar siempre con temple, educadamente y, si es posible, terminar las frases con un: a ti te queda bien todo. En caso de duda, un aplauso acompañado de un ¡Ooooooooooh! cuando sale del probador será bien recibido por su parte.

Da igual cuanto tiempo lleves mirándola probándose todo tipo de ropa, nunca dejes que el cansancio haga mella en tus ojos y acabes fijándolos en aquella dependienta de prieta indumentaria. Sólo para descansar la vista, claro. Si eres descubierto, serás azotado con una lluvia de preguntas extremadamente peligrosas: Empezando por la primera, la más delicada:


- ¿Qué miras?

¡Cuando ella ya sabe a quien miras! Después continua el interrogatorio de la GESTAPO:

- ¿Te gusta más que yo? ¿Está más delgada? ¿Es porque tiene más tetas?

Presta toda tu atención, esta es una prueba a vida o muerte. A este tipo de preguntas es evidente que se responde con sinceridad autómata, sin concesión a la duda, sin miedo, aguantando el chaparrón como un hombre de verdad: sumiso y mirando al suelo. Pero el interrogatorio no termina ahí, ya que deberás confesar honestamente que no hay otra como ella en toda la tienda, en la ciudad y, dependiendo del fuego en sus ojos y del tamaño de sus uñas, en todo el universo. Puedes arriesgar hasta un nivel superior de dificultad e intentar apaciguarla. ¡Atención, esto sólo lo hacen los expertos! Hay que decir: La camiseta verde botella te quedaba muy bien. Procura no haberte referido a la verde oliva. En caso contrario perderás tus extremidades y pasarás el resto de tu vida arrastrándote dentro de un carrito de madera. Si ella decide finalmente que la jornada ha sido satisfactoria y da el visto bueno a una retirada pacífica de las tropas hacia el hogar, la emoción, las lágrimas y el llanto ahogado están de más. Simplemente obedece. Recoge las bolsas y carga con ellas con dignidad, mostrándote agradecido por los momentos que acabáis de pasar juntos.

Por otra parte, si es duro acompañarla a comprar ropa para ella, mucho peor es cuando decide que eres tú el que necesitas renovar tu armario. Y ese momento, tarde o temprano, llega. Sucede tal que así:

Un día tenéis una cena y, por una de esa casualidades de la vida, ella ya ha decidido qué va a ponerse, mientras tu estás jugando la final de la Copa de Europa con el Getafe y Thierry Henry está a punto de lanzar un penalti que puede darte la victoria y culminar el trabajo, el sudor y las lágrimas de largas horas de insomnio. Ella se acerca con sigilo y, como quien no quiere la cosa, desenchufa la Play (repito, ¡DESENCHUFA LA PLAY!) y ordena:

- Vístete.

En ese momento es preciso actuar con agilidad y determinación. Te diriges raudo y veloz a tu armario, lo abres y ¿qué ves? Nada. En tu armario sólo hay una magnífica colección de perchas de las que no cuelga nada excepto una bufanda del Barça y una camiseta con una foto de tus colegas estampada y un lema: el Manolo se casa. Abres mil cajones con la esperanza de encontrar algo que puedas ponerte, pero sólo encuentras una bandera de los Guns n’ Roses, una cinta métrica que brilla en la oscuridad y una cantimplora de cuando ibas de colonias que hace que te preguntes: ¿en qué momento de la mudanza pensé que esto me sería útil? (¿qué coño hará ahí si ya no vives en casa de tus padres?).

Camiseta descubierta en Atapuerca




En un momento crítico como éste, sólo queda una salida: recurrir al montón de la ropa sucia. Para ello necesitas una máscara antigás y un guante de esos que usan los veterinarios para comprobar el estado de gestación de las vacas, dos objetos que cualquiera siempre tiene en cualquier cajón. Metes la mano en el montón de ropa sucia y tras arduas peleas con sábanas, toallas y pantalones consigues asir algo que podría ser una camisa. Tiras de ella con fuerza y... ¡Dios Santo! Está cubierta de calcetines, calzoncillos y bragas, apenas puedes distinguir de qué color es (dentro de la escala cromática masculina, claro). Empiezas a despegar calcetines, bragas y... ¡Eureka! ¡Es una camisa! ¡Y ES GRIS! La euforia se apodera de ti, pero no ha acabado todo ahí. Tienes que pasar la prueba definitiva, la que separa a los hombres de los niños: la hueles. Si no caes desmayado al instante, decides ponértela. Está un poco acartonada pero servirá. Qué sensación. Eres el rey del mundo, nada podrá quitarte esa sensación de victoria, salvo una cosa. Te das la vuelta y ella está ahí, te ha visto y ha tomado una decisión:

- Cariño, tenemos que ir de compras.

4 de julio de 2007

-A pesar de todo, Joan- cumple un año



Pues hoy estoy de aniversario. Según reza el histórico del blog, el primer post se remonta a día 4 de julio del año pasado, justo cuando copie-pegué las columnas que escribía más o menos semanalmente en el diario online Diario Siglo XXI.


Cumplo MI PRIMER AÑO en la blogosfera.


Como casi todos (supongo) al principio la incertidumbre te acecha porque no tienes ni spam en los comentarios, pero, poco a poco, te das de alta en algún directorio, comentas en otros blogs y las visitas empiezan a llegar, que se trata de eso, ¿no? De comentar y ser comentados. Pues nada, aquí sigo después de este año, incluso después de algún conato de abandono, pero bueno, parece que siempre hay algo que decir.

Encuentros extraños, vacaciones desastrosas, surrealismo y más surrealismo, crítica de arte, algunos dilemas o momentos tristes, todo esto y más ha tenido cabida aquí.

Un abrazo a todos y, en especial y por su apoyo incondicional, al Doctor Strangelove, el psicólogo de celuloide, presente casi desde el principio, a Miriam (flxt), cuyo blog murió y ahora sigue publicando pero de forma gráfica en flickr y a E-catarsis, la maestra de la dispersión contradictoria. A Vanlat (bloguero al que no le he seguido la pista) por ser el primer comentarista, a Mon, que ahora, por fin, ya tiene su propio blog, a Deslenguado y a Alter Ego, todos ellos también como mis primeros visitantes.

Los demás ya sabéis quienes sois, estáis en la columna de la derecha, en los enlaces (bueno, casi todos, que seguro que se me olvida enlazar a alguien). Os intento visitar a todos y comentar en la medida de lo posible.

Besos, abrazos, saludos y collejas (por si se ha despistado alguien)


Añadido:
Gracias por recordármelo, Alter Ego, últimamente tengo la cabeza en otro sitio. Mil gracias a Borja Hermoso, por recomendarme en su blog de El Mundo cuando ni siquiera me visitaba ni mi madre. Eso sí que es un padrino (y un gran blog de cine).

Celebremos/Lloremos otro blog


Oh my God, se me acumulan las bienvenidas. En este caso la de Oliveria-Desde un continente lejano. Una nueva bloguera que aborrece la oficina pero disfruta de los ratos libres en ella, que destila lascivia pero la dosifica a voluntad (espero estar en lo cierto) y que utiliza la misma plantilla de blogger con la que empecé y que, ipso facto, le recomiendo cambiar, el fondo oscuro es terrible para la lectura. Queridas hienas, desgarrad sus posts con vuestras garras alfabéticas, queridos aduladores, mojad con vuestras babas tantos escritos y fotos como encontréis. Para la bueno y para lo malo, bienvenida.


PS: Por cierto, ¿lejano para quién? ¿Tomando qué punto de referencia?

Viva el Pin/A la hoguera el Pin


A modo de The Simpsons, acudamos con antorchas y palos al blog de Pin y quememos todo lo que salga a nuestro paso. No eres bienvenido, forastero, deja el pueblo antes de medianoche y no tendrás problemas.


Pues eso, que os invito a vilipendiar a otro de mis ignominiosos amigos que también ha decidido dar el salto bloguil. Vejadle todo lo que podáis, pero bueno, si queréis también podéis animarle. De momento, sólo hay un dibujo publicado, pero auguro tardes de letras concisas.

Saludos, Pin

2 de julio de 2007

Agradable/Desagradable


Esas pequeñas cosas...


Olor a carpintería, olor a café recién hecho, olor a pan tostado
Jugar con arena mojada
Un soplo de brisa fresca en agosto
Una siesta vespertina en una sombra después de una copiosa paella
Una cervecita congelada (ooooooooooooooooooh)
El asueto

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Morder una toalla
Doblarse una uña
Los pelos del brazo enganchados en la correa del reloj
Un sorbo (involuntario) de agua del mar (¿existirá uno voluntario?)
Una cerveza caliente y sin gas
El trabajo


¿Y las vuestras?

Los extremos

Éstas son mis manos. Por aquí han pasado helados, micrófonos, tetas y culos, reproductores MP3, discos, tenedores, cucharas y cuchillos, botellas de güisqui, camisetas y calzoncillos, otras manos, sartenes y cepillos de dientes, pomos, folios, papeles de liar, DNIs, billetes y monedas, agua del mar, tierra e incluso animales de diferentes especies.

Y las miro y las mimo constantemente. Y no me gusta que tengan cicatrices, o alguna deformación por coger el bolígrafo demasiado fuerte. Y las pongo hacia arriba y hacia abajo, miro la palma y veo lo sensorial, las terminaciones nerviosas, miro el dorso y veo la carta de presentación, el lado visible, lo estético.

Con ellas he acariciado, he tocado, he pegado, he calmado, he acompañado, he sugerido, he comido y bebido, he dado y recibido placer, he rascado, he creado, he escrito, he pagado, he saludado, e incluso he cambiado alguna bombilla.

Estas dos manos son las que condicionan gran parte de mi vida, las que, muchas veces, me permiten aportar algo, las que me sirven para coger fuerte a los míos y, éstas son las mismas con las que, ahora mismo, termino este post.