24 de julio de 2008

Retos de futuro (III y último)

La perfección no entiende de parcialidad, lo incompleto no trasciende, no se incrusta en el colectivo humano. Por eso, heme aquí para terminar el tercer y último volumen de lo que he considerado el triunvirato esencial del progreso, los tres pilares imprescindibles para no involucionar hacia el mono, la ameba o quien sabe qué especie inferior no dotada de raciocinio ni tarjetas gráficas ATI con las que jugar a, por ejemplo, obras de arte como Mass Effect. Eso sería inconcebible.

Ninguna de las dos diatribas anteriores aquí citadas tiene sentido sin la tercera parte de este Tratado sobre el Futuro Humano y sus Insalvables Consecuencias Intrínsecas en el Devenir de la Especie, también conocido por sus siglas como TFHICIDE (pronunciado en sánscrito como “¡Pardiez!”). Primero fue la democratización del transporte aéreo, estudio pionero que ya es libro de sobremesa del director de la NASA, el ministro de Fomento y el quiosquero de mi barrio, siempre interesado en la literatura de ficción. Luego llego la tecnología sin cables y sin soportes, síntoma preclaro de una evolución mental superior. Y ahora llega, como colofón a años de estudio de campo, la medicina no invasiva.

¿Cómo podemos considerarnos una especie superior con la medicina actual? Ante cualquier infección, fractura o problema desconocido la comunidad médica se lanza a desgarrar carne, brotar de sangre y movimiento de intestinos dedos mediante. Se insertan clavos de titanio, se arranca piel de un lado y se pone en otro, se ensanchan los agujeros corporales con hierros preindustriales para que varios desconocidos inserten manos, dedos y aparatos punzantes en nuestro interior o se cubren las extremidades de yeso duro y objeto de graffitis estúpidos para, supuestamente, unir huesos. Ni un mecánico chapuzas lo iguala. Los acabados tampoco se escapan de la quema: se cose con cuerda negra a modo de embutido como si viviéramos en siglos pretéritos y se nos inmoviliza durante días o incluso semanas. Se nos administran drogas intravenosas o a través del aparato respiratorio que no colocan, tardan en evacuarse y son molestas sobremanera, tres hechos por los cuales hay que descartarlas a través de un Real Decreto urgente. Congresistas, escuchen esta llamada.

Hospitales, clínicas y consultas utilizan técnicas prehistóricas perpetuando enfermedades, amputando miembros y manteniendo la población enferma. Aquí, de nuevo, vuelve a aparecer la mano negra de farmacéuticas multinacionales, fabricantes de guantes de látex y blanqueadores de batas. La teoría de la conspiración impide el desarrollo, amigos. La revolución es necesaria.

Terminal de diagnóstico instántaneo

Endoscopias, laparoscopias o cateterismos no tienen cabida en este giro tecnológico. La abolición es el primer caso. Sin embargo, la comunidad médica ha exclamado que son las técnicas más avanzadas y menos invasivas que existen, y yo les respondo: “¡Pamplinas!”. ¿Acaso somos marionetas de proyectos cinematográficos hermanos de 1984 o El show de Truman? ¿Existe una maquinaria de la cuchufleta a nuestra costa? ¿O es que alguien desea vestirse con ropa de papel, compartir habitaciones infestadas de virus y bacterias, ser violado por el ano con guantes de látex, deglutir cámaras minúsculas para otear el estómago o ser rajado por bisturís afilados para luego ser cosido cual muñeco? No, no, no y no. Basta de médicos ineptos, clínicas nauseabundas y técnicas invasivas.

Es por ello y todo lo narrado anteriormente que os animo a ausentaros de hospitales, curanderos y demás personal con bata blanca que blanda bisturí en mano y guante de látex en la opuesta. A partir de ahora seréis vosotros los matasanos y mediante conjuros, infusiones de hierbajos y, una vez más, la telepatía y la telekinesia, sanaremos tisis, corregiremos miopías, soldaremos huesos y extirparemos apéndices de forma indolora, limpia y eficaz. El futuro es de las personas, es individual, no necesitamos ni compañías aéreas, ni cables cuprosos, ni médicos ávidos de tactos rectales. Sólo con la fuerza de cada uno, un nuevo amanecer será posible. Sobre todo para mí, que espero cobrar patentes, copyrights y royalties a partir de estos textos visionarios que, sin duda, revolucionarán la humanidad a la par que mi cuenta corriente.

17 de julio de 2008

Retos de futuro (II)

Después de la acertada y no menos aplaudida diatriba sobre la aviación y su escasa implantación en la terraza de mi casa, ahora dirijo mi cerbatana hacia otros aspectos de la vida futurible, quizá menos espectaculares pero válidos y necesarios por igual. Ante posibles apedreamientos, debo advertir que no hay que empezar la casa por el tejado. En términos evolutivos, es tan importante la aceleración de partículas como la limpieza dental. Y es que la rutina doméstica, el quehacer diario es la base del desarrollo mental, científico y, a largo plazo, mundial. Sin el orden en nuestra home, sweet home, equivalente al batir de alas de la mariposa, acontece la destrucción, el caos y el eczema en el laboratorio de la Nasa, antaño tapadera de partidas de póker ilegales. Todo está conectado. No se pueden pedir aviones para ir a comprar el pan y, al mismo tiempo, tener la habitación sin barrer. Es por esto que urge cuidar todos los detalles, incluidos los más nimios, en aras de un desarrollo superior de la infección que es la raza humana.

El alcance de un nivel científico, intelectual y aeronáutico superior no puede encontrar trabas y, hoy en día, la transmisión de datos y su posterior almacenamiento acaece en cables y soportes físicos. Es decir, trabas puras y duras. Ahí está el verdadero lastre del progreso humano. A partir de ya: di no a los soportes y a los cables. ¿Qué desequilibrio extremo se ha producido para que haya varios tipos de copa de sujetador pero sigamos tropezando con los cables del ordenador? ¿Acaso nadie de la comunidad científica se ha puesto a pensar cómo solucionar el espacio que ocupan cedeses, deuvedeses y discos duros pero sí ha ideado un yogur que provoca peristaltismo y su ulterior consecuencia? ¿Quién decide esas inútiles directrices de I+D? ¿Por qué nadie ha procedido a su decapitación? Debo incidir ahora en el uso de la guillotina como sistema carcelario excelente, rápido, indoloro, económico e ideal para exaltar a la plebe. Sí, pan y circo.

La guillotina, símbolo preclaro de progreso

Sigamos. Desde tiempos ignotos, la cinematografía se ha hecho eco de las necesidades de la población, plasmándolo en forma de soportes holográficos, transmisión por radio o, la más avanzada de todas, por telepatía (nivel al que sólo hemos accedido unos pocos). Se ha hecho caso omiso a estos acertados consejos del séptimo arte y la industria continúa produciendo kilómetros de cableado cuproso para disgusto de los de mente avanzada y visionaria como yo. Se enredan, acumulan polvo, fallan las conexiones y encarecen el producto. Ciertas sospechas me asaltan ante tal dislate, ¿no será que en lugar de cobre hay drogaína en esos cables? ¿No será que la transmisión de datos es guairles desde hace tiempo y la compra de ordenadores, televisores, planchas y demás sólo perpetúa el tráfico de drogas a escala mundial? Si es así, ¿por qué no consta ninguna comisión en mi cuenta corriente?

No hay que olvidar las montañas de dispositivos de almacenamiento que se amontonan por las casas. ¿Qué son? Vertederos de imágenes, vídeos, documentos Word, Excel y otros formatos que nos obligan a transportar su pesada carga en forma de lápices USB, discos duros portátiles, disquetes o cederrones entre otros. ¿Para cúando un sistema más avanzado de compresión, organización y guardado? O incluso se puede ir más allá: ¿Para cuándo un almacenamiento cerebral? Ante la imposibilidad actual de llevar a cabo estos objetivos, os animo a la lucha activa y de trinchera. Nunca utilicéis cables ni soportes, para nada. Ni para cargar el móvil, ni para ver la tele, ni para grabar una película… así, las empresas se verán obligadas a fabricar –o a revelar- el nuevo sistema inalámbrico que sincronizará nuestras vidas con la época que vivimos.

14 de julio de 2008

Retos de futuro (I)

La humanidad ha experimentado más cambios en los últimos 200 años que prácticamente en toda la historia, exceptuando las épocas en las que las civilizaciones romana y egipcia reinaban en la Tierra.

Inciso: Ya es hora de que los que se ocupan de poner nombres a los planetas (¿Quiénes serán?) vayan pensando en renombrarlo a planeta Agua, ¿es que no saben que la proporción agua-tierra es de 3 a 1? A partir de ya, deberemos decir: globo acuático, habitantes acuosos, programas como “El hombre y el agua”, etc. Fin del inciso.

Sin embargo, existe un cierto estancamiento en el progreso científico que no pasa desapercibido para mentes privilegiadas y avanzadas a su –mi- tiempo como la mía. Para cualquier forma de vida extraterrestre, perdón extraacuática, un mero repaso superficial a nuestras formas de organización y estructura social la escandalizaría hasta el punto de armar sus cañones de protones y aniquilar este, nuestro planeta donde el agua ocupa una gran proporción de su superficie. Precisamente estoy diseñando un arma de características similares que construiré con dos calabazas, un kilo de gravilla, el imán de los altavoces de una minicadena Pioneer y varios centenares de ordenadores Amstrad (estos últimos, enlazados a modo de núcleo multiprocesador de gran capacidad) para proceder a la aniquilación de la raza humana si no se produce un salto tecnológico hacia el futuro que me haga desestimar tal empresa digna de aplauso. Y ese salto tecnológico no puede ser otro que la democratización del transporte aéreo.


Yo lo aparco aquí que no hay zona azul

Este es el reto del futuro al que deben dedicarse científicos, prohombres del pensamiento, niños, niñas y todo aquel que ame la vida y no desee ser exterminado con mi cañón de protones (aún en construcción, pero pronto operativo). Fijaos que ya hace más de 100 años que el avión existe y su popularidad como transporte de pasajeros es indudable. Sobre todo, teniendo en cuenta que las distancias, los elementos orográficos y nuestra mermada e incompleta evolución (¿dónde están mis alas?) no permiten el paseo relajado para cubrir trayectos como, por ejemplo, París – Hong Kong, a no ser que se disponga de tiempo y dinero en cantidades similares a un jeque o futbolista. Se ha avanzado en tecnología, velocidad, capacidad de transporte, comodidad y alcance. No obstante, las compañías aéreas ejercen un monopolio abusivo e intolerable para el ciudadano de a pie negándoles el principio capitalista que mueve el mundo: la propiedad privada. Son las nuevas usureras, chantajistas del espacio aéreo.

¿Quién me priva de coger un avión en la terraza de mi casa? ¿Por qué no hay servicio público de helicópteros? Unos dirán, por su elevado precio. Y yo les llamaré ignorantes, estúpidos y personajillos, ¡por favor! Otros afirmarán, por cuestiones de espacio. Entonces repetiré los epítetos anteriores y añadiré patanes, majaderos y veletas. Si una mano negra no hubiera cercenado el progreso del aeroplano, nos dirigiríamos al trabajo ora en avión a reacción, ora en avioneta pública (entonces existiría el bono-avión de diez viajes) de las cuales saltaríamos en paracaídas hasta la ventana de nuestra oficina, existirían señales de tráfico aéreo, (en lugar de “atasco en la autopista” sería “viento racheado a 8000 pies”), brotarían las torres de control por doquier con la consiguiente reducción del paro y gozaríamos de un adelanto acorde con la antigüedad del invento y con la época que vivimos. ¿Qué necesidad hay de seguir en el medievo?

Ante tales verdades, sólo acierto a concluir que existen intereses económicos y funestos personajes detrás del subdesarrollo evidente de la aeronáutica actual y, por ello, os animo a construir, robar, comprar vuestros propios aparatos de vuelo y conquistar los cielos a riesgo de ser detenidos, derribados por misiles aire-aire o morir carbonizados después de estrellaros por causas como pájaros en los rotores, varios engines failures o poca pericia en la cabina. Sólo con vuestro sacrificio lograremos superar estos retos del futuro que, hasta ahora, han permanecido en silencio pero, al mismo tiempo, latentes en la colectividad humana.

4 de julio de 2008

Bianual

La perseverancia nunca ha sido mi fuerte. Me he calificado a veces como “de esfuerzo bipolar”. Es decir, puedo pasar horas sin hacer absolutamente nada en un estado de concentración tan abrumador que mis pulsaciones pasan a siete por minuto y mi metabolismo se ralentiza hasta tales puntos que, en comparación al resto de la humanidad, pertenezco al siglo XVII a causa de esta falta de evolución. Tengo pruebas de Carbono 14 que lo certifican. Varios científicos lo han llamado “Superhibernación en estado consciente”. A mí me gusta más “Tocarse la huevada”, pero bueno, estos de bata blanca están algo mal de la azotea.

Sin embargo, puedo pasar del estado fotosintético al estado frenético en un plis, mi genética me lo permite. Entonces, no me levanto de la silla durante horas dedicando todo mi esfuerzo a la escritura automática, el Mass Effect y ciertas páginas de moral laxa donde descansar la vista. Gracias a eso, compenso un poco la inactividad anterior y aumento mi esperanza de vida más allá de los 40 años.

Dikembre celebrando el aniversario de este blog

Y eso es lo que me sucede con este blog: ora publico asaz (hecho que no se produce desde hace siglos) ora me rasco el escroto (hecho que se produce habitualmente). De ahí la irregularidad manifiesta de la cual hago bandera. Ante esta exposición tan enriquecedora para el resto de la humanidad, os anuncio que hoy esta bitácora cumple...

2 AÑOS

Mando un abrazo fuerte a los que me dieron un empujón al principio (Doc, E –dondequiera que estés- y Miriam, ahora ya sólo en Flickr), pero también aprovecho para saludar efusivamente a nuevas incorporaciones (no en el mundoblog, sino en mi círculo bloguero) como El Hombre de la Pústula, Estanli Cuvric, o Josep, todos ellos filibusteros y arribistas que a veces comentan por aquí pero nunca por menos de una comisión de 20 euros.

No hace falta ni que nombre a Mon, Folken (¿porqué el corrector del Word pondrá Folien?), Denke, Manuel y muchos más (algunos de ellos en los enlaces) como gente de poco fiar, malandrines y de lengua viperina.

Y desde aquí también animo a Pin y a Campillo a retomar sus blogs y a pagarme una mariscada, panda de vagos (Mon, has estado a punto de ser incluido en este último grupo).

Besos, abrazos, collejas y pellizcos a todos por igual

1 de julio de 2008

La sordidez veraniega

Ocurre que en verano el ser humano se da a su versión más vil y chabacana y yo estoy aquí para denunciarlo. Si no nos basta con la repugnancia que puede y debe producir el mal uso del idioma, la falta de desodorante o la ruidera infernal y constante por cualquier razón –llámese Eurocopa, fiesta de barrio o moto de 125cc-, se añade como puro síntoma veraniego la dejadez en el vestir.

Como guardián del buen decoro me veo obligado por una suerte de fuerza colectiva, una especie de moral superior, a oponerme frontal y traseramente a la indumentaria que deja al descubierto los apéndices digitales de las extremidades inferiores: las chanclas. La pregunta cae por su propio peso: ¿Por qué alguien desea orear su pinrel cual animal salvaje?

Me topo a diario con visiones dantescas de dedos montados, uñilargos, retorcidos en dura pugna con los de al lado. Aparece el vello rizado en muchos de ellos, imagen más que perturbadora. Sin mentar la escasez de higiene que caracteriza a esos pies fruto de la nula protección ante rozaduras con el asfalto o zurullos caninos que pueblan las aceras de forma multitudinaria. ¿Realmente es necesario?

Esto, por llevar chanclas

La avanzada sinapsis cerebral es el hecho diferencial que nos separa de la selva agreste, entonces actuemos en consecuencia y tapemos el punto de apoyo de nuestro cuerpo en señal de superioridad mental ante la manada animalesca que, todos lo sabemos, tarde o temprano acabará en un zoo o en un envase de porexpan colocado en la estantería de “Carne envasada” de algún establecimiento comercial. Mi deseo es el mismo para aquellos que se calzan con semejante vestidura. Troceallos y empaquetallos. Tranquilos, adaptarnos al canibalismo no nos llevará más de dos semanas a los que, como yo, huimos del calzado chancletil.

Debo añadir que cuando uno formula una teoría es imposible quedarse en lo superficial. Hay que investigar, llegar al fondo del tema: no sólo del pie enchancletado vive el científico. Después de largas noches en vela sólo acompañado por vasos de tubo y jornadas de oscuridad, anonimato y perdición en bares de calaverismo atroz y putiferio evidente, me asaltó la siguiente cuestión como segunda tesis de mi –en breve aclamada- Teoría del Calzado y la Ropa y su Efecto Causa-Consecuencia en el Desarrollo Antropológico:

¿Qué sucede con los pantalones pirata? ¿A qué o quién se debe su innecesaria existencia?

Y entonces me cuestiono: ¿Acaso hemos retrocedido 200 años en el espacio-tiempo? ¿Es que vuelven a surcar los mares naos abanderadas con la enseña negra y ósea? Si es así, armémonos con hachas y sierras mecánicas y procedamos a cortar una pierna, no he dicho tres ni cinco, sino una pierna de cada elemento subversivo que ose campar por la rúe con la susodicha prenda. Como nació el gafapastismo, nacerá el patapalismo y su oprobio social inherente.

¿No quieren pantalones pirata? Pues que sean piratas al 100%. La existencia del pantalón sólo contempla la longitud rodillesca o tobillil, jamás se debe aceptar el corte pirata. Sólo con la amputación de la extremidad y la extracción de ojo y mano en cantidad de uno (para trocarlo con pata de palo, parche y garfío respectivamente) se permitirá la prenda maldita.


¡Este llevaba piratas! Yo lo vi ñam ñam


¿Y el diseñador? Ora corta largo, ora corta corto, pero… ¿por qué queda su aguja a la mitad de la pierna? ¿Qué aciagas intenciones oculta la longitud de la pernera? Estudiosos del tema y científicos de CCC afirman que el pantalón pirata es una estrategia para incitar a la pesca, otros aseguran que, en verano, hay cierta escasez de tela para pantalones, y todos se fustigan en un acalorado debate internacional.

Huid de estas prendas y seréis bienvenidos.

Otro día hablaré de las camisetas sin mangas, origen de muchos otros males que azotan el bienestar común.