Con motivo de la visita de Ratzinger-Z a Valencia para asistir al Encuentro de Familias (considerarán a los demás comunas hippies o grupúsculos de invertidos), pudimos oír al ínclito secretario general del PP, Ángel Acebes, aullar en los medios diciendo que Zapatero tenía la intención de ofender y provocar a los católicos ya que no había asistido a la misa del bávaro en cuestión. Viene siendo habitual que el partido azul tilde de pancartista, ateo, invertido o amigo de ETA a todo aquel que no promulgue con sus mandamientos maniqueos, pero hasta la libertad de religión y de culto hemos llegado.
Sin personalizar en Zapatero, está claro que un presidente de Gobierno representa la totalidad del Estado que, curiosamente, es aconfesional. Entonces, ¿debemos enfadarnos porque no se confiesa? ¿O porque no se levanta y se sienta mientras murmura incongruencias como hacen los acólitos de las iglesias? (Por cierto, ¿alguien entiende esa ceremonia?). Vistas así las cosas, debo poner el grito en el cielo con carácter retroactivo porque durante la presidencia de Aznar asistí a numerosos rituales vudú y no se dignó a comparecer. ¿Por qué no desgarró el gaznate de una gallina con los dientes? ¿Por qué no se bebió su sangre mientras se colocaba sus vísceras a modo de pulseras, collar y cinturón? Ni un solo espíritu fue nombrado ministro. Ofendió y provocó a los que estábamos en trance.
Sigo con el carácter regresivo y debo cargar ahora contra Felipe González. Coincide que durante su mandato, me convertí al Islamismo. Recuerdo que en esta, mi etapa musulmana, González jamás rezó de cara a La Meca. ¿Acaso habló de Mahoma? ¿Y de la montaña? ¿Fornicó con su mujer o comió en el Ramadán? ¿Qué hay que decir de su barba? La ausencia más barbilampiñesca. Ofendió y provocó a toda la comunidad musulmana.
Antes de que el Islam me acogiera cual Mohammed Alí, estuve en los brazos de Buda. Lo sé, mi periplo religioso es harto extenso. Pues bien, nunca vi a Calvo-Sotelo calzarse unas sandalias y ataviarse con una túnica naranja para salir al hemiciclo con el melón afeitado después de someterse a 18 horas diarias de rezo tranquilizador y pacificante. ¿Por qué no ardía el incienso por las calles? ¿Se sentaría en su despacho en la posición de loto? Lo peor de todo, es que los monjes de Shaolin no vinieron de gira en esa época. Ofendió y provocó a todos los budistas.
Pues no, no, no y no. Zapatero no ofende ni provoca a los católicos, por la misma razón que no lo hicieron Aznar, González, Calvo-Sotelo o quien sea. Basta observar como los budistas no se quejaron, siguieron meditabundos, los musulmanes miraron a La Meca y los practicantes de vudú, procuraron mantener su nirvana negro. A la religión se accede a través de la voluntad, no de la coacción. Si seguimos lo que predica Acebes, el jefe del Ejecutivo tendrá que raparse la cabeza y vestir de naranja, adornarse con un intestino como collar, dejarse barba y condenar el condón y el matrimonio homosexual. Eso si que sería una ofensa y una provocación.
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31 de julio de 2006
Ofender y provocar
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