2 de octubre de 2006

Reencarnarse


Uno de los temas tabú en este país es, sin duda, la muerte. No nos engañemos, la deseamos constantemente a nuestros enemigos, que siempre son acérrimos, pero nadie quiere hablar de la suya. Total, ¿para qué? Tarde o temprano a todo el mundo le llega su hora. A dormir eternamente, adiós hipoteca, adiós hemorroides, adiós jefe hideputa. Pero… ¿y si no es así? ¿y si existe la reencarnación?

Esa idea me fascina. El abanico de posibilidades a las que optaría sobrepasa la imaginación. Creo que si pudiera elegir adoptaría una forma de vida alternativa. Reencarnarme en mosca. Volar y molestar, dos placeres complementarios y excitantes por doquier. Pero al mismo tiempo pediría ser perro también. Permisividad sexual, comida gratis, hedonismo y algarabía anárquica sin horario establecido.

Sin embargo, cabría la posibilidad de no poder controlar mi nuevo sino. Ahí la picaresca de la rueda fortuna podría jugarme una mala pasada y reencarnarme en papel de váter. Toda mi vida limpiando lefa, culos y demás. Sería perforado por las excreciones de los orificios nasales y no sólo esos agujeros… Marrón y amarilla sería mi nueva bandera. Eso sí, émulo del papel de lija, concentraría todos mis esfuerzos en ser lo más rugoso posible. Viva la erosión y el escozor. Quizá el único momento alegre de mi vida de celulosa consistiría en ser lanzado hacia una portería mientras me desenrollo con brío y blancura.

Cierto es que no todo el mundo desea reencarnarse en otras personas, o en seres modélicos –léase rico, riquísimo, ultrarrico, etc…- sino que otros sátiros comentan sus ardientes deseos de volver a la vida en forma de bragas. ¡¡¡Qué insensatez no especificar!!! Posiblemente el destino, cruel y astuto, les conduciría hacia la residencia geriátrica más cercana, donde el descontrol de esfínter es deporte olímpico. ¿No querían ser bragas? Pues dos tallas.

Ahora bien, creo que la reencarnación no existe, por suerte. Si uno ya da el coñazo en vida, ¿por qué tiene que repetir? Al hoyo y punto. De todas maneras, siempre me asalta la duda de si yo soy yo, o antes era otra persona. O una mosca. O un rollo de papel de váter. Como mínimo, espero que fuese rugoso con saña, culos cabrones.

2 comentarios:

Unknown dijo...

¿Y si naces en medio de la China rural y trabajas con cinco años para Nike o similar? Esperaría la vida siguiente para ir a buscar a Mr. Nike (entiéndase el puto dueño) y le arrancaría las pelotas.

Mejor vivir la que tenemos intensamente por si acaso.

Lo del papel del váter es genial. Algo similar me ocurre con las jeringuillas. También desechable pero pinchando hasta el fondo.

Un saludo en vida.

Joan dijo...

Sería ideal reencarnarse en Mrs. Nike y arrancarle las pelotas justo en el momento adecuado, ya sabes...

Lo de la intensidad es una verdad como un templo. A veces se me olvida y me entra la angustia y las prisas por hacer cosas, que tampoco es eso, digo yo.