15 de noviembre de 2006

Agua (Cap. 1)


Melancolía y poder eran las sensaciones que me golpeaban. Melancolía por la muerte, por su muerte. Poder por saber que mi vida permanecía intacta aunque, de hecho, más tarde se convertiría en conocimiento de que algún día me pasaría lo mismo.

¿Cómo hay que ir vestido a un entierro? Tengo la extraña sensación de que en estos acontecimientos sociales que solemos considerar rutinarios siempre me visto o actúo de alguna forma inadecuada y acabo convirtiéndome en el centro de interés. Debe ser algun tipo de envidia o devoción hacia los muertos que he escondido por algún lugar de mi cerebro. ¡Vaya! Siempre llego tarde.

Por suerte desenterré un traje oscuro de mi abuelo que más o menos se acoplaba a mis accidentes corporales. Al vérmelo puesto observé que quizá era un poco macabro, a pesar de que nadie lo supiera, acudir a un entierro con el traje de un muerto. De hecho, esa idea me empezaba a gustar. Podría establecer una relación de complicidad que sólo conoceríamos el cadáver y yo. Ya podía notar la excitación invadiendo mi cuerpo, al mismo tiempo que la náusea. Las prisas desvanecieron esas imágenes, por lo que me apresuré a coger el metro.

2 comentarios:

Miriam (flxt) dijo...

¿como hay que ir vestido a un entierro?
...de negro, no?

Joan dijo...

De negro si uno quiere, claro.