La perfección no entiende de parcialidad, lo incompleto no trasciende, no se incrusta en el colectivo humano. Por eso, heme aquí para terminar el tercer y último volumen de lo que he considerado el triunvirato esencial del progreso, los tres pilares imprescindibles para no involucionar hacia el mono, la ameba o quien sabe qué especie inferior no dotada de raciocinio ni tarjetas gráficas ATI con las que jugar a, por ejemplo, obras de arte como Mass Effect. Eso sería inconcebible.
Ninguna de las dos diatribas anteriores aquí citadas tiene sentido sin la tercera parte de este Tratado sobre el Futuro Humano y sus Insalvables Consecuencias Intrínsecas en el Devenir de
¿Cómo podemos considerarnos una especie superior con la medicina actual? Ante cualquier infección, fractura o problema desconocido la comunidad médica se lanza a desgarrar carne, brotar de sangre y movimiento de intestinos dedos mediante. Se insertan clavos de titanio, se arranca piel de un lado y se pone en otro, se ensanchan los agujeros corporales con hierros preindustriales para que varios desconocidos inserten manos, dedos y aparatos punzantes en nuestro interior o se cubren las extremidades de yeso duro y objeto de graffitis estúpidos para, supuestamente, unir huesos. Ni un mecánico chapuzas lo iguala. Los acabados tampoco se escapan de la quema: se cose con cuerda negra a modo de embutido como si viviéramos en siglos pretéritos y se nos inmoviliza durante días o incluso semanas. Se nos administran drogas intravenosas o a través del aparato respiratorio que no colocan, tardan en evacuarse y son molestas sobremanera, tres hechos por los cuales hay que descartarlas a través de un Real Decreto urgente. Congresistas, escuchen esta llamada.
Hospitales, clínicas y consultas utilizan técnicas prehistóricas perpetuando enfermedades, amputando miembros y manteniendo la población enferma. Aquí, de nuevo, vuelve a aparecer la mano negra de farmacéuticas multinacionales, fabricantes de guantes de látex y blanqueadores de batas. La teoría de la conspiración impide el desarrollo, amigos. La revolución es necesaria.
Terminal de diagnóstico instántaneo
Endoscopias, laparoscopias o cateterismos no tienen cabida en este giro tecnológico. La abolición es el primer caso. Sin embargo, la comunidad médica ha exclamado que son las técnicas más avanzadas y menos invasivas que existen, y yo les respondo: “¡Pamplinas!”. ¿Acaso somos marionetas de proyectos cinematográficos hermanos de 1984 o El show de Truman? ¿Existe una maquinaria de la cuchufleta a nuestra costa? ¿O es que alguien desea vestirse con ropa de papel, compartir habitaciones infestadas de virus y bacterias, ser violado por el ano con guantes de látex, deglutir cámaras minúsculas para otear el estómago o ser rajado por bisturís afilados para luego ser cosido cual muñeco? No, no, no y no. Basta de médicos ineptos, clínicas nauseabundas y técnicas invasivas.
Es por ello y todo lo narrado anteriormente que os animo a ausentaros de hospitales, curanderos y demás personal con bata blanca que blanda bisturí en mano y guante de látex en la opuesta. A partir de ahora seréis vosotros los matasanos y mediante conjuros, infusiones de hierbajos y, una vez más, la telepatía y la telekinesia, sanaremos tisis, corregiremos miopías, soldaremos huesos y extirparemos apéndices de forma indolora, limpia y eficaz. El futuro es de las personas, es individual, no necesitamos ni compañías aéreas, ni cables cuprosos, ni médicos ávidos de tactos rectales. Sólo con la fuerza de cada uno, un nuevo amanecer será posible. Sobre todo para mí, que espero cobrar patentes, copyrights y royalties a partir de estos textos visionarios que, sin duda, revolucionarán la humanidad a la par que mi cuenta corriente.